A casi un mes del devastador terremoto que sacudió Myanmar, los servicios básicos aún no se han restablecido en las zonas más afectadas, mientras las labores de rescate continúan en medio de réplicas constantes y una grave escasez de recursos, según informaron organismos humanitarios.
Un informe publicado el viernes por la noche por la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) advirtió que las frecuentes réplicas siguen estremeciendo el centro del país casi a diario, lo que incrementa el temor entre los residentes, interrumpe las tareas de asistencia y agrava la presión sobre unos recursos ya de por sí limitados.
“Tres semanas después de los catastróficos terremotos en Myanmar, las comunidades más afectadas aún carecen de refugio seguro, agua potable, electricidad, atención médica y servicios esenciales”, señaló el informe.
El terremoto, de magnitud 7,7, tuvo su epicentro cerca de Mandalay —la segunda ciudad más grande del país—, pero su impacto se sintió en seis regiones y estados, incluida la capital, Naipidó. Además de los daños materiales, el sismo profundizó una crisis humanitaria ya crítica debido al conflicto interno, que ha desplazado a más de tres millones de personas y dejado a casi 20 millones en situación de necesidad, de acuerdo con datos de Naciones Unidas.
Según el diario estatal Myanma Alinn, el número de muertos asciende a 3.726, con más de 5.100 heridos y al menos 129 personas desaparecidas. También informó que cerca de 2.000 rescatistas y trabajadores médicos internacionales de 25 países colaboraron con equipos locales, logrando rescatar a 653 personas y recuperar 753 cuerpos de entre los escombros.
El informe detalló la magnitud de los daños: más de 65.000 casas y edificios destruidos, así como 2.500 escuelas, 4.300 residencias monásticas budistas, 6.000 pagodas y templos, 350 hospitales y clínicas, 170 puentes, 586 presas y 203 tramos de la carretera principal del país.
El Departamento de Servicios de Bomberos de Myanmar informó el viernes que continúa con las tareas de rescate, limpieza y recuperación de pertenencias de valor halladas entre los restos de edificaciones colapsadas. En Mandalay, dos cuerpos fueron recuperados recientemente.
Un funcionario de la Federación de Rescate de Myanmar en Mandalay, que pidió el anonimato por temor a represalias, indicó a la agencia AP que la prioridad actual es la remoción de cadáveres y escombros de los edificios más grandes, al tiempo que se brinda asistencia a los sobrevivientes. Según dijo, la recuperación diaria se ha reducido a uno o dos cuerpos.
Otro trabajador de emergencia, también en Mandalay y bajo condición de anonimato, señaló que el número de equipos de rescate ha disminuido, ya que muchos grupos internacionales regresaron a sus países al considerar finalizada la fase crítica del operativo. En la actualidad, la mayoría de los esfuerzos están en manos de rescatistas locales.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estimó que al menos 2,5 millones de toneladas de escombros —equivalentes a unos 125.000 camiones— deben ser retiradas, según un análisis de imágenes satelitales.
Por su parte, ONU-Hábitat indicó el viernes que trabaja junto a la Sociedad de Ingeniería de Myanmar para evaluar los daños estructurales en las regiones afectadas.
En la capital, Naipidó, los equipos de rescate han cesado casi por completo sus actividades. Muchos edificios gubernamentales siguen dañados y sin reparaciones. En los barrios residenciales, los vecinos han avanzado por su cuenta en la limpieza de escombros, según testimonios de residentes que prefirieron no identificarse por motivos de seguridad.
El sábado, Myanma Alinn informó que el general Min Aung Hlaing, líder de la junta militar, anunció durante una reunión de gabinete que se rediseñará el plan urbano de Naipidó.
La capital de Myanmar, construida prácticamente desde cero en 2006, se caracteriza por sus amplias avenidas de varios carriles y sus imponentes edificios administrativos, aunque la mayoría permanece subutilizada.
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