El Departamento de Estado en Washington envió una avalancha de correos electrónicos a destinatarios de todo el mundo, llegando a campos de refugiados, clínicas de tuberculosis, proyectos de vacunación contra la polio y miles de organizaciones que dependían de la financiación estadounidense para salvar vidas.
«Esta adjudicación se da por terminada por conveniencia e interés del gobierno de Estados Unidos», comenzaban los mensajes.
Con estas breves notificaciones, se puso fin a la financiación de aproximadamente 5,800 proyectos respaldados por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Esto marcó el cierre definitivo de un caótico período en el que la administración Trump había congelado los fondos bajo la premisa de una revisión, disipando cualquier esperanza de que la ayuda pudiera continuar.
Entre los programas cancelados había muchos que previamente habían sido considerados esenciales y vitales por el propio Departamento de Estado y que, por ello, habían recibido una exención de la congelación.
«Gente morirá», advirtió Catherine Kyobutungi, directora ejecutiva del Centro Africano de Investigaciones sobre Población y Salud. «Pero nunca lo sabremos, porque incluso se han eliminado los programas encargados de contar a los muertos».
La medida afectó gravemente iniciativas como los programas de tratamiento del VIH que beneficiaban a millones de personas, las principales estrategias de control de la malaria en los países africanos más golpeados y los esfuerzos globales para erradicar la poliomielitis.
El Servicio Farmacéutico Mundial, el mayor proveedor de medicamentos contra la tuberculosis, perdió toda su financiación operativa y el 10 % de su presupuesto para fármacos, recursos que el año pasado permitieron tratar a casi tres millones de personas, incluidos 300,000 niños.
Además, se cancelaron más de 80 millones de dólares destinados a ONUSIDA, la agencia de la ONU que apoyaba a los países en la mejora del tratamiento del VIH, incluida la recopilación de datos y la supervisión de los servicios de salud.
Esta decisión deja a la deriva muchos programas de salud que funcionaban principalmente en el continente africano en el cual dichas ayudas son la única opción para obtener servicios de salud y medicamentos de calidad en sus países los cuales los índices de pobreza son excesivamente altos y el acceso a estos servicios es muy limitado.
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