El papa Francisco sufrió el viernes un ataque de tos aislado que provocó la inhalación de vómito, lo que requirió ventilación mecánica no invasiva, según informó el Vaticano. Este episodio representa un alarmante revés en su lucha de dos semanas contra una neumonía doble.
A pesar de la crisis, el pontífice, de 88 años, se mantuvo consciente, alerta y cooperó con las maniobras médicas. Su respuesta fue positiva, con un buen nivel de intercambio de oxígeno, y continuaba utilizando una máscara para recibir oxígeno suplementario, explicó el Vaticano.
El incidente, ocurrido en la tarde, provocó un “empeoramiento repentino de la situación respiratoria”, lo que llevó a los médicos a mantener un pronóstico reservado. Indicaron que necesitarían entre 24 y 48 horas para evaluar el impacto en su estado general.
Este nuevo desarrollo representa un retroceso tras dos días de informes alentadores por parte de los médicos que atienden a Francisco en el hospital Gemelli de Roma desde el 14 de febrero. El papa, que en su juventud perdió parte de un pulmón, sufre de una enfermedad pulmonar y fue hospitalizado cuando un cuadro de bronquitis se agravó hasta convertirse en neumonía en ambos pulmones.
El doctor John Coleman, especialista en cuidados críticos pulmonares en Northwestern Medicine, Chicago, calificó el episodio como preocupante, destacando la fragilidad del pontífice y la rapidez con la que su estado puede cambiar.
“Esto es extremadamente alarmante, considerando que el papa ha estado hospitalizado por más de dos semanas y sigue presentando complicaciones respiratorias. Ahora, además, ha sufrido un episodio de aspiración que requiere mayor apoyo”, declaró a The Associated Press.
La ventilación no invasiva puede incluir dispositivos como la máquina BiPAP, que ayuda a respirar al empujar aire a los pulmones. Los médicos suelen utilizar este método temporalmente para evaluar si los niveles de gases en sangre mejoran y el paciente puede volver a recibir solo oxígeno.
El episodio fue descrito como una “crisis aislada de espasmo bronquial”, es decir, un ataque de tos en el que el papa inhaló vómito. En contraste, la crisis respiratoria del 22 de febrero había sido más severa, con una notable dificultad para respirar, según informó el Vaticano.
Si bien los médicos han evitado referirse nuevamente a su estado como “crítico” en los últimos días, advierten que el papa aún no está fuera de peligro debido a la complejidad de su condición.
Antes del episodio, Francisco había pasado la mañana alternando entre el uso de oxígeno de alto flujo y una máscara, además de rezar en la capilla. También desayunó, leyó los periódicos del día y recibió fisioterapia respiratoria, según el informe del Vaticano.
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