Las elecciones de este domingo en Alemania han dejado un mensaje claro: el partido nacionalista Alternativa para Alemania (AfD) se ha consolidado como la segunda fuerza política del país.
El propio servicio de inteligencia interior alemán ha calificado a la AfD como un partido «anticonstitucional», mientras que sus adversarios lo tildan de «radical», «racista» y «antidemocrático». Friedrich Merz, el líder conservador con más apoyo para convertirse en el próximo canciller, ya ha descartado cualquier posibilidad de gobernar con ellos.
A pesar de ello, la AfD ha logrado remover los cimientos políticos de Alemania y de una Europa en una situación delicada en el escenario internacional, especialmente tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.
El auge de la extrema derecha en Europa no es un fenómeno nuevo. En Francia, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen; en Italia, los Hermanos de Italia con Giorgia Meloni; y en España, Vox con Santiago Abascal, son claros ejemplos de esta tendencia. Todos comparten un discurso «anti-woke», de línea dura contra la inmigración y crítico con la Unión Europea (UE).
Pero el caso de Alemania es particular. Como motor económico de Europa y pilar fundamental de la UE desde su fundación tras la Segunda Guerra Mundial, el país ha cargado con la sombra de su pasado nazi. Se pensaba que este legado actuaría como una especie de «vacuna» contra el ascenso de la extrema derecha, pero ni el peso de la historia ni los intentos de aislar a la AfD han frenado su crecimiento.
1. La crisis económica
«El milagro económico alemán ha terminado y Europa sufrirá las consecuencias», advierte el economista Wolfgang Münchau, autor de Kaput: el fin del milagro económico alemán.
La que fuera la «locomotora europea» ha mostrado signos de debilitamiento en los últimos años. La caída del Producto Interno Bruto (PIB) y el aumento de la inflación han sido temas centrales en la campaña electoral.
Uno de los factores clave en esta crisis ha sido la dependencia energética de Alemania del gas ruso barato, interrumpida tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Además, el país ha apostado su crecimiento a una sola industria: la automotriz, sin invertir lo suficiente en infraestructura digital o en el desarrollo de vehículos eléctricos, un sector en el que China ha tomado la delantera.
Por otro lado, el aumento en los costos de la energía, con la compra de gas natural licuado a precios elevados, ha generado tensiones financieras en muchas empresas alemanas.
El resultado: una economía lenta y rígida. Y como Alemania es el mayor miembro de la eurozona, su crisis tiene repercusiones dentro y fuera de sus fronteras.
2. La inmigración como tema central
Más allá de la economía o el gasto en la guerra de Ucrania, el tema estrella de estas elecciones ha sido la migración, lo que ha impulsado el crecimiento de la AfD.
El debate político y social se ha visto dominado por propuestas de reducción de la inmigración y expulsión de indocumentados. La AfD ha ido aún más lejos con el concepto de «reemigración», que implica el regreso forzado de migrantes, incluso aquellos con ciudadanía alemana.
La AfD ha capitalizado el malestar social con un discurso nacionalista y antiinmigración, lo que le ha permitido acercarse al 20% de intención de voto. Si bien Alemania no es el único país europeo preocupado por la inmigración, ha sido el que más refugiados ha acogido en los últimos años: más de un millón de solicitantes de asilo en 2015-2016 (principalmente de Siria y Afganistán) y 1,2 millones de refugiados ucranianos tras la invasión rusa.
Durante décadas, Alemania se enorgulleció de su «cultura de bienvenida» y multiculturalismo, pero ahora ha surgido una fuerte corriente que aboga por lo contrario. La AfD insiste en que no es racista ni antiinmigración, sino que defiende una inmigración regulada, donde los migrantes lleguen por vías legales, consigan trabajo y respeten la cultura alemana.
No obstante, la ola de ataques violentos perpetrados por solicitantes de asilo ha intensificado el debate. En los últimos meses, ha habido apuñalamientos, ataques con machete y atropellos, lo que ha generado un clima de inseguridad. La AfD ha aprovechado esta situación para reforzar su mensaje de mano dura, proponiendo la deportación inmediata de inmigrantes que cometan delitos.
La editora de la BBC en Europa, Katia Adler, señaló que en los mítines de la AfD, muchas personas apoyaban estas medidas, incluidas mujeres jóvenes que afirmaban que ya no se sentían seguras en las calles.
3. Apoyo juvenil y el impacto de las redes sociales
Un fenómeno global se está replicando en Alemania: el creciente respaldo de los jóvenes, especialmente hombres, a los partidos de extrema derecha. La AfD ha sabido capitalizar esta tendencia, convirtiéndose en una opción atractiva para este sector de la población.
Según un estudio del Pew Research Center (2024), el 26% de los hombres alemanes tienen opiniones positivas sobre la AfD, frente al 11% de las mujeres. Además, el 21% de los votantes entre 18 y 24 años eligieron a la AfD en las recientes elecciones.
Sin embargo, la extrema izquierda también ha crecido entre los jóvenes. El partido Die Linke obtuvo el 25% del voto juvenil, mientras que otro 6% optó por el populista de izquierda BSW. Esto demuestra una creciente polarización entre la extrema derecha y la extrema izquierda.
Hay varias razones detrás de esta tendencia. Según el investigador Rüdiger Maas, los partidos de izquierda suelen centrarse en temas como el feminismo y la igualdad de género, lo que lleva a muchos hombres jóvenes a buscar alternativas políticas que los representen.
Por otro lado, el discurso antiinmigración ha encontrado eco en los jóvenes, especialmente por el miedo asociado a los ataques violentos perpetrados por algunos solicitantes de asilo. La corresponsal de la BBC en Berlín, Jessica Parker, reportó que muchos jóvenes consideran que la inmigración es su principal preocupación.
Además, la AfD ha logrado conectar con los jóvenes a través de las redes sociales, evitando así los medios tradicionales, que consideran hostiles. Al igual que otros partidos de extrema derecha en Europa, como Vox en España, han aprovechado estas plataformas para difundir su mensaje y movilizar votantes.
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