Europa ha pasado décadas sin enfrentar un conflicto armado directo en su territorio, con la excepción de las guerras de Yugoslavia en los años 90, el último gran episodio de violencia en suelo europeo. Desde entonces, la seguridad del continente se ha basado en la disuasión y la diplomacia, dejando en un segundo plano la preparación militar. Sin embargo, la guerra en Ucrania ha sido un recordatorio de que los fuegos artificiales no son lo mismo que el fuego real.
Europa antes de Ucrania
Durante años, las fuerzas armadas europeas han estado en reserva, reducidas y adaptadas a un contexto de estabilidad. La mayoría de los países han priorizado operaciones de paz y asistencia humanitaria en los Balcanes, África y Medio Oriente, en lugar de prepararse para una guerra de gran escala.
Aunque la OTAN ha fortalecido su presencia en el este de Europa, los ejércitos europeos han operado en entornos controlados, sin la experiencia de un combate convencional contra una potencia militar como Rusia.
Ejércitos sin experiencia en combate
Muchos países europeos han centrado sus operaciones militares en ejercicios, maniobras conjuntas y simulacros en lugares como Eslovaquia, Polonia o Letonia, pero sin un enfrentamiento real. Y no es lo mismo enviar tropas a un ejercicio en los Bálticos que luchar contra el ejército ruso en una guerra abierta.
Europa se plantea entrar en la guerra
En este contexto, varios líderes europeos se reunieron recientemente en París para debatir la posibilidad de enviar tropas a Ucrania como parte de un posible acuerdo de paz. Sin embargo, la viabilidad de esta medida depende en gran parte del apoyo de Estados Unidos. De hecho, la cumbre se organizó tras la decisión de la administración Trump de excluir a Europa de las negociaciones en Arabia Saudita entre Washington y Moscú. Aun así, Trump ha sugerido que los europeos podrían desempeñar un «rol de mantenimiento de la paz».
Planes y divisiones en Europa
Este debate ha evidenciado lo desprevenida que está Europa en materia de defensa. Según The Washington Post, algunos países consideran desplegar hasta 30.000 soldados, aunque no en primera línea, sino como fuerza de disuasión en caso de una reanudación del conflicto.
Otra opción es la creación de una «fuerza de reasentamiento», cuyo objetivo sería proteger Ucrania de futuros ataques rusos si se logra un acuerdo de paz negociado por Estados Unidos. Francia es el país con los planes más avanzados, con la posibilidad de enviar casi 10.000 soldados, mientras que el Reino Unido, bajo el liderazgo de Keir Starmer, ha dejado abierta la posibilidad de una contribución británica.
Sin embargo, otros países han mostrado posturas más ambiguas. Suecia y Países Bajos no descartan el envío de tropas, pero no han tomado una decisión firme. Alemania, Polonia y España han rechazado la idea por ahora. El canciller Olaf Scholz enfatizó que cualquier solución debe basarse en una fuerza ucraniana fuerte, mientras que el primer ministro polaco, Donald Tusk, dejó claro que Polonia no enviará soldados a Ucrania. España, por su parte, recalcó que la paz depende de Putin y que cualquier intervención militar debe tener un objetivo claro.
Objetivos estratégicos y propuestas ucranianas
Si el «plan B» se lleva a cabo, con un acuerdo de paz en marcha, la principal misión de esta fuerza de reasentamiento sería garantizar la seguridad del espacio aéreo ucraniano, permitir la reapertura del tráfico aéreo comercial y proteger el comercio en el Mar Negro. También se priorizaría la protección de infraestructuras clave, como plantas de energía y servicios públicos, objetivos frecuentes de los bombardeos rusos.
Por otro lado, el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, propuso una alternativa: en lugar de tropas extranjeras, sugirió crear unas «Fuerzas Armadas de Europa» con capacidad de responder por tierra, mar, aire y mediante el uso de inteligencia artificial. También destacó la importancia de los sistemas de defensa aérea y el armamento avanzado para garantizar la seguridad sin presencia militar extranjera permanente.
El gran obstáculo: Estados Unidos
El principal reto de este plan es que el apoyo de Estados Unidos sigue siendo incierto. Aunque la administración Trump insiste en que las tropas europeas deben garantizar la seguridad de un acuerdo de paz, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, dejó claro que no deben estar vinculadas a la OTAN ni protegidas por el Artículo 5 de defensa mutua.
Aun en el caso de un acuerdo de paz, la misión europea necesitaría un respaldo militar de Estados Unidos, especialmente en el poder aéreo, con operaciones desde Polonia y Rumania. Para asegurar este apoyo, Macron y Starmer viajarán a Washington la próxima semana en un intento por convencer a Trump.
El rezago militar europeo
Más allá del apoyo estadounidense, la guerra ha expuesto la debilidad de la defensa europea. La primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, advirtió recientemente en la Conferencia de Seguridad de Múnich que Ucrania está fabricando armas más rápido y barato que cualquier país europeo, a pesar de estar en guerra. Frederiksen instó a reducir la burocracia y aumentar la producción armamentística en colaboración con Estados Unidos.
Desde la invasión rusa en 2022, Ucrania ha multiplicado su producción de armamento, incluyendo misiles, obuses y drones. En 2024, el 30% del equipamiento militar usado por el ejército ucraniano ya era de fabricación nacional. En contraste, Europa sigue rezagada en producción y gasto militar, mientras que Rusia fabrica en tres meses lo que la OTAN produce en un año entero.
Un futuro incierto
La guerra en Ucrania ha obligado a Europa a repensar su estrategia de defensa. Sin embargo, tras décadas de paz, el continente se enfrenta a la posibilidad de un conflicto para el que nunca estuvo preparado.
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